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AFU – Razón de ser

La discapacidad, de cualquier índole que sea, es consustancial con la vida humana. Siempre han existido discapacitados entre los hombres. Sin embargo, solo desde hace unas décadas son realmente visibles para la sociedad, al menos en nuestra sociedad. Hasta entonces solían estar recluidos en el entorno familiar o establecimientos especiales, generalmente inadecuados.

Pero este cambio no se ha producido por casualidad sino gracias al empeño y trabajo persistente, dedicado y con tesón de los padres que hace más de cuarenta años decidieron asociarse y reivindicar a los poderes fácticos y la sociedad dos elementos básicos: reconocimiento y comprensión general, por un lado, y ayudas materiales (económicas y de otro tipo) a entidades diversas y de modo particular a las AA.PP., por otro. Gracias a la gestión encomiable de estas asociaciones pioneras, a las que hoy debemos estar enormemente agradecidos, se ha conseguido llegar a donde hoy estamos.

Con el transcurso del tiempo, y ya con muchas de las necesidades básicas cubiertas, esta función esencial, de reivindicación y afirmación de las asociaciones en pro de los discapacitados y sus familias se ha ido diluyendo, de modo que los “nuevos clientes” llegan al Sistema buscando solución para sus problemas sin tener que contactar siquiera con las asociaciones.

El movimiento asociativo llevó a las asociaciones a federarse a nivel regional, luego a nivel nacional y así apareció FEAPS (hoy Plena Inclusión) con el relevante papel que hasta ahora ha tenido como aglutinador y uniformador de las actividades de los Centros y sobre todo como interlocutor de las AA.P.P., tanto para la negociación como distribución de recursos públicos.

Sin embargo nada en la vida es definitivo, nada está atado para siempre; los tiempos están cambiando a velocidades de vértigo y en muchas ocasiones en direcciones aparentemente contradictorias. En efecto, con la Ley de Dependencia pareció abrirse un mundo nuevo en este sector, y así fue realmente, pero nuevos riesgos y problemas aparecen en el horizonte: los recursos cada vez más escasos (en las crisis los primeros recortes se producen siempre en los Servicios Sociales), las necesidades cada vez mayores, acrecentadas por el mayor número de demandantes del servicio (inmigración, violencia de género, drogadicción y rehabilitación, reinserción de marginados, mayor esperanza de vida, etc.), por lo que podemos concluir que el futuro puede ser cualquier cosa menos tranquilo y seguro.

Todo ello viene a recordarnos a todos la necesidad de seguir alerta, de tener a punto de modo permanente nuestras herramientas de reivindicación, de plantar cara, de hacer fuerza ante los estamentos que convenga. Y la mejor de las herramientas son esencialmente los movimientos asociativos, que tan buenos resultados nos dieron en el pasado. Pero no asociaciones sobre el papel, sino activas, cohesionadas y preparadas.

Es, por tanto, imprescindible recuperar y dinamizar el movimiento asociativo primigenio que nos condujo hasta aquí si queremos seguir manteniendo el status necesario y digno para nuestras personas con capacidad intelectual diversa que tanto esfuerzo ha costado alcanzar.

Y que nadie piense que es una misión imposible; ya se ha logrado en condiciones mucho más difíciles, solo necesitamos estar preparados, cohesionados, y para eso está la Asociación de Familiares y Usuarios de S.J.D. Y que nunca cunda el desaliento, recordad que cada pequeño logro, cada pequeño avance supone una grata recompensa al trabajo y esfuerzo dedicado.